Septiembre 2008 / NÚMERO 19

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María José Bravo, 26 años, teóloga y cantante de música popular católica

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¿Cómo has vivido tu don por cantar?

Ha sido un regalo y una sorpresa  de parte de Dios. Desde muy chica canto, canté siempre en coros de la parroquia y ya más grande, en el colegio, me animé a tocar guitarra, a acompañar las misas en el colegio, ahí descubrí como compañeras mías que decían que no les gustaba la Iglesia y que no eran católicas, cantaban. Ahí dije algo pasa. La música está siendo un instrumento súper concreto de parte de Dios. Noté cómo en espacios fuera de lo religioso mis  compañeras me pedían cantar canciones católicas, era una novedad. Por ahí dije que estaba hablando Dios.

Se fueron dando las cosas de forma espontánea. Tenía ganas de grabar, pero no tenía los medios económicos para hacerlo, pero conocí a la gente de Candil y cuando entré a la UC a teología, a la primera persona que conocí fue al jesuita y cantante Cristóbal Fones, le conté que cantaba, que me gustaba mucho su música y por ahí empezamos a enganchar, me invitó a grabar en un proyecto de él: La mesa de todos. Y  por ahí se abrieron todas las puertas. Ahí me conoció el sello y pude grabar. Lo demás se ha dado por pura Gracia y ha sido un camino muy bonito que empezó el 2000, el 2002 me puse a cantar más responsablemente y ahora cada vez que me toca cantar, que no es mucho por el tiempo, las actividades pastorales te absorben mucho sobre todo en el trabajo con los jóvenes, me ha permitido confirmar esta vocación. No es cantar por cantar, es un llamado concreto de parte de Dios. Cada vez que canto me confirma esta vocación como algo que me llena por completo, que me hace feliz y que me permite ser testigo de la delicadeza de Dios, de cómo actúa a través de la música y de cómo me permite ser instrumento de Él y eso me anima a seguir cantando. Ser un instrumento para ayudar a otros a encontrarse con el Señor. A través de la música rezo mucho, primero es un encuentro personal que tengo con Él y que permite ayudar a otros, a través del canto y de la música puedan hacer oración.

 

Qué tiene el canto que no tienen otras actividades pastorales que también buscan el encuentro con Cristo

Tiene la ventaja de tocar la sensibilidad de la gente de una forma indirecta, hay personas que en actividades sociales, la lectura de la Palabra, talleres, lo ayudan a encontrarse con Dios, pero la sencillez de la música y de las letras dicen mucho. Me ha tocado darme cuenta en misiones que hay gente que le queda la canción. Vas viendo cómo Dios de una manera tan delicada, va actuando en eso. A través de algo tan sencillo como el arte se posibilita un encuentro y creo que es una forma práctica. En una canción puedes resumir un tema y a la gente le queda súper claro. Ahí hay un desafío para los que nos dedicamos a esto de elegir bien los repertorios y las canciones porque hay mucha responsabilidad en lo que uno canta y en lo que uno dice

 

¿Cuál es la recepción entre los jóvenes?

Hay de todo. Hay gente de mi misma edad que no entiende que uno se dedique a esto. Encuentran fome la música católica y no la conocen, pero la gente que me conoce ha aceptado esta parte de mi vida. Hoy tengo muy claro que no podría renunciar a esto. Es un medio pastoral súper potente. Ciertamente hay muchos estilos, hay variedad a nivel de la música católica. Yo soy de un estilo más meditativo, que invita a rezar y a la gente que le gusta eso y le sirve, es súper buena la acogida.

Hay mucha gente que me dice que me debiera dedicar 100% a la música y en mí existe tensión. Me cuesta pensar y proyectarme 100% a la música porque ciertamente uno tiene que vivir de algo, soy teóloga, tengo un trabajo fijo, el día de mañana me gustaría tener familia. Con la música hay mucha gratuidad, decidir dedicarme a la música implica empezar a cobrar y que no es algo que me guste mucho. Para mí no es requisito que te tengan que pagar para ir a cantar. En este último tiempo me he podido ordenar para aceptar algunas invitaciones.

 

¿Qué sientes cuando cantas?

Mucha paz, siento que cada vez que canto es una experiencia distinta, a diferencia de los artistas más populares que muchos de ellos tienen sus recitales mucho más pauteados. Yo en cambio no pienso mucho lo que voy a decir. Para mí es también un momento de oración, generalmente opto por hacer oraciones cantadas. Cantar es un agrado porque estoy rezando y estoy ayudando para que otros recen y me provoca mucha felicidad ver que otros están cantando, no es que me miren porque yo estoy cantando. Es súper bonito que la gente responde y uno va viendo que le gusta, que la gente va rezando con eso. Después recibo comentarios, este fin de semana fui a un encuentro de coros de la diócesis y venían chicos de muchas partes, había adultos mayores, de Caritas. Chicos de Puerto Montt me daban gracias por una canción que fue su lema y uno se siente parte de esos procesos, uno descubre que a la gente le sirve esto, es una satisfacción doble ver cómo Dios actúa en esto. Yo pongo la voz…

Me ha tocado recibir palabras de gente que se me acerca y que me cuenta. Para mí es mucha responsabilidad. Hay gente que me ha dicho que tenía mucha depresión y que mi disco la había ayudado…uno no se imagina todo el bien que se hace a través de la música. Hace varios años atrás se me acercó una chiquilla y me dijo que me quería agradecer porque con una canción mía decidió entrar a una congregación religiosa. Entonces le pregunto por la canción y me dice “Mi Getsemaní” entonces yo le dije que aprovechara de saludar al autor de la letra que estaba en el encuentro también. Le dije que el mérito lo tenía él, pero ella me dijo que le gustaba mi versión, porque con esa canción rezó y le ayudó a decidirse por entrar en una Congregación. Uno no se imagina todo lo que Dios hace. Ha sido muy bonito. Ver, por ejemplo, retiros que te comentan que no tenían coro, pero mis canciones los acompañaron.

Uno está agradecida de cómo Dios hace tanto bien. Más que llenarme de ego, a mí me impresiona ver cómo Dios va haciendo las cosas. Yo partí cantando porque me gustaba, pero el que ha multiplicado eso ha sido Dios. Me siento instrumento y me siento pagada con eso.

 

¿Te sientes responsable de tu rol de cantante?

Me siento responsable de entregar algo de calidad. Tenemos una responsabilidad en el discurso, en eso me ha ayudado mucho la teología y la experiencia de Dios que tengo. Me siento con la responsabilidad de transmitir a un Dios de la vida, compañero de camino, que sueña con nosotros, que nos presenta proyectos para la vida y que, en definitiva, nos da sentido para vivir.

Me siento responsable de ser coherente también. Me siento llamada a dar un testimonio coherente entre lo que creo, lo que canto y lo que vivo. El día de mañana si no hago eso no tendría cara para cantar.

 

¿Cuánta necesidad de Dios tienen los jóvenes?

A muchos les pasa que se acuerdan de Dios cuando tienen un problema. Creo que hay una necesidad de Dios a nivel general. Eso me motivó para estudiar teología. Entre estudiar trabajo social, que era una opción, y entregar herramientas de concretas para ayudar a la gente, yo me di cuenta que el problema de fondo era, desde mi mirada, la falta de Dios.

Nos falta Dios en nuestro modo de actuar. En la medida en que uno tiene un verdadero encuentro con el Señor la vida va cambiando y nos motiva a tener una opción distinta, a aceptar al otro como es, a quererlo, a respetarlo, a tener opción por la vida, a jugársela por el matrimonio o por la vida religiosa. La falta de Dios hace que muchas veces la libertad humana permita todo. Con la teología no voy a entregar herramientas para superar la pobreza o la violencia intrafamiliar o cuanto problema tenemos, pero sí podemos entregar una palabra coherente que va a permitir que otra, en la medida en que se encuentre con Dios, pueda enfrentar sus problemas de otra forma. Hay gente que vive en campamentos y que es feliz, incluso tienen una vida espiritual más potente que otras personas con mucho más recursos.

La necesidad de Dios es fuerte y los jóvenes tenemos que dar un testimonio ahí. Vale la pena la pastoral juvenil, no es un paso en mi vida, sino que es algo que me mueve, que me toca tan profundamente que me va a acompañar para siempre, independiente de la condición que uno tome más adelante en la condición de vida o en el trabajo. En la medida en que me encuentro con Dios voy a poder ser una persona distinta en el país y en la sociedad que me toque desenvolver.

 

Cuál es la mayor debilidad de los jóvenes?

Los jóvenes, incluyéndome, somos muy poco constantes. Picoteamos de todo un poco y dejamos las cosas tiradas. Si te desenganchas de un proyecto, lo dejas. Eso va movido por el individualismo, de satisfacer nuestras necesidades y que el otro no importa.

 

¿Cuáles son sus fortalezas?   

La fortaleza es la capacidad de transmitir la alegría. A los jóvenes se les nota lo que les gusta y lo que no. La alegría es algo que nos caracteriza.

 

¿Cuál es el desafío post Bicentenario?

Una de las cosas a las que nos ha llamado la Iglesia en este tiempo es a hacer memoria agradecida e histórica. Durante estos dos años vamos a  seguir siendo testigos de lo que hemos sido como país y creo que el desafío está en reconocer lo que somos y hemos sido, podamos recogerlas invitaciones concretas para cambiar la sociedad. Es una tarea difícil, no se pueden cambiar las cosas de un día para otro, pero este tiempo nos va a permitir detectar ciertas necesidades que tenemos como sociedad y como país y hacer opciones radicales para superar la pobreza, para seguir siendo un país que se siga caracterizando por la solidaridad, que asumamos el rol que tenemos que cumplir el día de mañana. Las generaciones que van saliendo van a tener una misión distinta que realizar. 

Mirando la historia, recoger las tareas puntuales que tenemos que priorizar para hacer cambios, que pueden ser a largo plazo, pero poder actuar.

 

¿Hay espacios para los jóvenes?

No sé si hay tantos espacios. No es tan fácil. Yo creo que también va en que nosotros seamos capaces de sacar la voz y mostrar la necesidad que tienen los jóvenes de hacerse presente y hacerlo no por aparecer, sino con el fin de lograr algo mejor para nosotros.