Septiembre 2008 / NÚMERO 19

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Sebastián Zulueta, 32 años, casado, dos hijos, ingeniero comercial, director de América Solidaria

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Cuál fue la motivación personal para trabajar en el tema del voluntariado

No hay una sola gran motivación. En un principio, sin saber por qué, había un encontrar claves de felicidad en la solidaridad y en proyectos de voluntariado y esa yo diría que era la atracción. Sin embargo, diría que hay una reacción. Tal vez ser parte de una sociedad, de un grupo social con oportunidades económicas y educacionales, ser parte de una familia y ser yo mismo parte de un grupo y un sector de la sociedad que discrimina a personas que son distintas, de otros espacios sociales, de otros niveles educacionales y esa es la fuerza de reacción. Ser parte de un espacio que discrimina y darme cuenta que yo era parte de eso, que estaba en mi familia, en mis amigos, en mi colegio, en mí mismo y la rabia, la impotencia y, tal vez, buscar renegar de eso y buscar mayores coherencias en lo personal, en lo familiar, en los espacios de amistad.

Si bien soy esto, vengo de este mundo, quiero buscar una coherencia en mi vida que me permita no replicar estas situaciones por indiferencia, desconocimiento o por discriminación directa. Ahí hay una reacción al decir que no me quedo tranquilo en la medida en que no esté construyendo nuevos espacios que me hagan encontrar estas coherencias

 

Cuál es la definición de voluntariado y su relación con la solidaridad

La definición de voluntariado que uno encuentra en Internet va a consensuar cuatro elementos: es un trabajo altruista, de libre elección, no remunerado, que se desarrolla de manera organizada. Sin embargo, esa definición da para hartas cosas, sienta las bases para que se construyan un sinnúmero de prácticas de voluntariado que no tienen una consistencia en el impacto y la transformación que buscan en la sociedad.

Adscribo una línea de pensamiento que plantea que el voluntariado es una estructura de un sistema social más amplio que es la solidaridad y la solidaridad implica la justicia, pero no sólo implica la dimensión relacional y ética  que considera la justicia, sino que la solidaridad debiera entenderse desde cuatro dimensiones. Por un lado, la dimensión ética y relacional donde cabe la justicia y es uno de sus objetivos, pero también implica lo racional, la solidaridad requiere que desarrollemos y consolidemos aprendizajes sociales cognitivos que nos permitan avanzar hacia una construcción de estructuras más justas, de discursos más justos e inclusivos. También y además de lo ético y racional hay que incorporar una dimensión emocional. La solidaridad implica que podamos generar aprendizajes emocionales como personas, como grupo, como sociedad y como planeta en los cuales podamos avanzar hacia mayores niveles de empatía, de compasión y de comprensión que somos una unidad dentro de este universo. Por último, una dimensión corporal está bien dejada de lado. La solidaridad suele vivirse desde la autoexigencia, la autopostergación o en el modelo de voluntario mártir, también deberíamos avanzar hacia una comprensión del voluntariado de manera corporal. En resumen, la solidaridad debe avanzar en la búsqueda de claves de la felicidad a través de buscar revertir situaciones de exclusión social que hay en nuestra sociedad, en una dimensión relacional ética y justa; en una dimensión racional, en una dimensión emocional y en una dimensión corporal.

La dimensión corporal es cómo generamos una solidaridad en conexión con nuestro cuerpo y con el territorio y en qué medida generamos solidaridad desde nuestra disposición corporal y una comunicación solidaria. A qué me refiero, por poner ejemplos: el voluntario acelerado, el que está siempre estresado, el que está siempre con dolor de guata o la solidaridad que se ejerce desde el no respetar mi propio cuerpo o una solidaridad que tiene un discurso muy elaborado, pero que en la corporalidad es dura, no abraza, no acompaña, que no es cercana. El problema es que en nuestra sociedad moderna la solidaridad se ha concebido principalmente desde lo relacional y secundariamente desde lo afectivo, pero dejamos de lado la racionalidad y la corporalidad la hemos exiliado hace mucho tiempo, entonces tenemos que buscar una solidaridad mucho más integradora con todas estas dimensiones. Una forma de integrar estas cuatro dimensiones planteadas es desde la espiritualidad, que puede manifestarse en una búsqueda de Dios, a través de la religión y también, para quienes no son religiosos, a través de búsquedas espirituales desde otros espacios más secularizados. Necesariamente tenemos que recurrir a experiencias de espiritualidad para lograr tomar conciencia e ir generando transformaciones profundas en las personas.

 

Cuál es la fuerza del voluntariado para el país (Ver ppt)

Ya mencionamos que el voluntariado es una estructura como muchas otras. También está la responsabilidad social empresarial bien entendida e implementada, está el aprendizaje servicio, está el cooperativismo, hay muchas estructuras de la solidaridad, el voluntariado es una de ellas, en la medida en que se sustenta en ese sustrato, el voluntariado busca esas claves de la felicidad a través de superar realidades de exclusión o marginación. Ya en la definición misma de voluntariado está la búsqueda de la superación de estas realidades de exclusión. No es entendida como superación de la pobreza económica. Lo que nos permite la palabra exclusión, a diferencia de la palabra pobreza, es ampliar el abanico de marginaciones, porque pobreza está principalmente identificada con una marginación económica, pero ya hemos empezado a escuchar una laxación, un uso cada vez más variado y florido de lo que es la pobreza, entonces está la pobreza económica, educacional, de espíritu …las pobrezas. La palabra exclusión permite decir que las personas pueden estar excluidas desde distintos ámbitos, no sólo de lo económico, de la producción, del afecto, de la identidad, de la participación, del conocimiento, de la justicia. En ese sentido el voluntariado se revitaliza, porque ya no sólo es legítimo un voluntariado que trabaja exclusivamente en temas de pobreza económica, sino que también es legítimo empezar a trabajar con comunidades que están excluidas de la identidad, como son los mapuches; comunidades que están excluidas del afecto, como son personas de la tercera edad -hemos sabido últimamente de noticias de personas de la tercera edad que tienen muchos recursos económicos, pero mueren solas en su departamento-. Es legítimo incorporar espacios de voluntariado no sólo en lo que entendemos como exclusión económica. En la medida en que haya marginación, desde esta concepción más amplia, es legítimo un voluntariado en distintas áreas y ahí está la fuerza transformadora y la fuerza de integración social del voluntariado.

También me gustaría decir que debemos alejarnos, por favor y urgentemente, de visiones salvadoras y superheroístas del voluntariado. Es súper fácil considerar el voluntariado como un privilegio de unos pocos que han tenido oportunidades económicas, educativas, sociales. Te diría que deberíamos ver en primer lugar al voluntariado como un espacio que busca superar sus propias marginaciones y exclusiones. Primero busca superar sus propias exclusiones y después busca superar las exclusiones de los demás porque la balanza está muy tirada hacia el otro lado. Efectivamente debiésemos llegar a un equilibrio. No es que el voluntariado se mueve hacia el pobrecito, hacia el marginado que no tiene recursos, educación, afecto, que no está incorporado en la identidad, etc. sino que el voluntario también se mueve por superar sus propias marginaciones de afecto, de identidad, de pertenecer a un grupo, de justicia, de participación. Sucede que más que un voluntariado unidireccional, que va a salvar al otro, lo que debemos buscar es un voluntariado de encuentro, que reconoce en la propia persona del voluntario una persona con recursos, pero también con carencias y que reconoce al otro como un legítimo otro. A lo que avanzamos es hacia un voluntariado de encuentro con recursos y carencias que se encuentra con recursos y carencias del otro y de la comunidad. El voluntariado que logra transformación es el que está dispuesto a desarrollar aprendizajes de felicidad y de superación de las marginaciones propias y del otro a través de este encuentro.

Un voluntariado que no contagia, que no engendra, no es un voluntariado que transforma y este contagiar tiene que ser en el otro y en uno mismo. En ese sentido exige una transformación profunda del voluntario y ahí vuelvo al principio, no vamos a lograr un voluntariado que trabaje en el sustrato de la solidaridad, es decir, transformador, si es que el voluntario primero no cae en un cuadro febril intenso que le permita luego contagiar a  otros. Tiene que enfermarse de solidaridad, el voluntario tiene que estar totalmente sin salida, botado por la solidaridad para empezar a contagiar a otros y eso no se logra desde un voluntariado que se para sólo sobre la ética o la emoción, sino que tenemos que buscar integrar la justicia, la emoción, la razón y la corporalidad desde espacios espirituales que nos permitan generar esa transformación en nosotros y en la comunidad. Hay que empezar a poblar el voluntariado de nuevas cosas, nuevas realidades, a través de ritos, reflexiones, de espacios de contención, compañía y de vivir la corporalidad.    

 

Por qué ser voluntario en otro país que no sea Chile

Porque entendemos que el sujeto de la solidaridad no es la pobreza, sino que son las personas que tienen recursos y carencias y que podemos aprender de ellas. Entendemos que las personas tienen igualdad en dignidad, que traspasa las fronteras geopolíticas, las similitudes raciales y culturales. En ese sentido, una persona que está en otro continente o en otro país es tan igual o tan sujeto de la solidaridad como una persona que está en mi barrio, en mi nación, que, generalmente, es el espacio donde se mueve  la solidaridad.

Es muy común escuchar la frase: “Chile, país solidario”, pero uno va a Argentina y escucha “Argentina, país solidario”…Obviamente cuando hay situaciones de catástrofe, cuando uno está viendo, a través de los medios de comunicación que cubren principalmente noticias nacionales, la marginación y el sufrimiento de un compatriota, uno se mueve hacia esa situaciones de marginación. Sin embargo, debemos trascender cada vez más y estamos superando visiones egocéntricas y tribales de la solidaridad. Decir que después que yo esté bien puedo preocuparme de otros o cuando se dice que “era amigo de sus amigos” en los funerales, habla de una solidaridad tribal o de comunidad cercana. Cada vez estamos creciendo hacia concepciones de una solidaridad más nacionales, pero esa solidaridad tiene fronteras geográficas y políticas. Para un santiaguino es más sujeto de solidaridad la persona que está en Chaitén que una persona que está en Mendoza viviendo las situaciones de hambre que se vivieron hace unos años en Argentina. El chaitenino está más cerca en distancia porque hay una solidaridad política, nacionalista. El nacionalismo tiene cosas buenas y otras malas, como decir que la persona en otro país no es tan sujeto de solidaridad ni igual en dignidad…Creo que, como sociedad, tenemos que ir trascendiendo en niveles de solidaridad hacia niveles más amplios e inclusivos que no renieguen los anteriores. No estamos diciendo que por generar solidaridad que trasciende las fronteras geopolíticas vamos a olvidarnos de la solidaridad con el yo, con el grupo o con la nación. En vez de un “o” estamos diciendo “y”. Es muy importante entender que la solidaridad no busca sólo compartir aprendizajes, sino que busca recibir aprendizajes de los otros y de otras comunidades. En ese sentido, las claves de felicidad, las claves de superación de la marginación no las vamos a encontrar sólo en Chile. Un voluntariado que se va globalizando permite compartir aprendizajes, pero también recibir aprendizajes operativos de otros países, de cómo se organizan en otros países, cómo se relacionan con los pueblos originarios, tec.

 

Cuál es el regalo de América Solidaria para el Bicentenario, pensando que el aniversario de los 200 años de independencia es compartido con países vecinos.

El gran desafío de Chile para el Bicentenario es regalarnos nuevos pasados que permitan resignificar nuestro presente desde otras perspectivas, que nos permitan generar otra identidad donde se integre toda la fuerza de la solidaridad y que eso permita construir un nuevo futuro. Nuestro país está construido sobre algunas claves potentes: la de la violencia, por ejemplo. Cómo se constituye la nación es un hito de violencia, cómo se constituye el reino de Chile con toda la lucha contra los pueblos originarios también es un signo de violencia. Nuestra identidad hoy está constituida por una serie de guerras, de expresiones autoritarias de poder que han legitimado la violencia. Entonces para nosotros una clave de pasado fundante es lo militar y la violencia. Esto se refleja en el programa “Grandes chilenos”: la persona que lleva mayor número de votos es un icono en la historia de violencia del país, que es un naval que combatió…construimos la identidad sobre la derrota de otro pueblo. Otra clave de pasado es lo político, las estructuras, la tradición republicana y la democracia cada vez más construida y toda la administración influenciada por lo político, que es la economía, la educación, etc. y hace que Salvador Allende sea el segundo más votado en este programa, que puede ser muy arbitrario, muy poco científico. Más allá de la importancia que se le está dando hoy en nuestra identidad, no hay una valoración de lo solidario, esto hace que el Padre Hurtado tenga una diferencia de votos impresionante.

El regalo de América Solidaria es permitir a nuestro país darse cuenta que tiene  una tradición solidaria muy fuerte, tan o más importante como otras tradiciones que hoy constituyen la identidad nacional; que esa tradición se vuelve capital social y cultural, que es tan importante que puede ser compartida con otros países y que le regala a Chile la posibilidad de aprender de otros países claves de solidaridad que permitan acercarnos a mayores niveles o vivencias de al felicidad como país.

 

Cuál es el desafío para los jóvenes tras el Bicentenario

Reconocer nuestra tradición solidaria y la importancia que tiene en nuestra identidad nacional. Después de haber reconocido y tomado conciencia, el desafío es enfermarse de solidaridad, contagiarse, empaparse de solidaridad integrando las distintas dimensiones –relacional y ética, emocional, racional y corporal- de una solidaridad que puede ser transformadora y para esto apoyarse en nuevas formas, formas que no han sido creadas. Necesitamos superar nuestras incoherencias o disonancias solidarias.