Edición NÚMERO 43
Septiembre 2010Junio 2010
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Padre Carlos Cox, rector del Santuario de Maipú
En la piedad popular aparece el alma de los pueblos latinoamericanos

Asegura que las formas populares de piedad expresan “lo que nosotros mismos normalmente no expresamos”.

¿Cuál es el aporte de la piedad popular al catolicismo, a la vida de fe de la Iglesia?

La piedad popular, como lo dice  muy acertada y bellamente el Documento de Aparecida, ha nacido de la vida y la cultura de nuestros pueblos y aparece el alma de los pueblos latinoamericanos. El alma que le imprime una fuerza interior a la forma de vivir. Porque cultura no son las bellas artes, sino un estilo y formas de vivir. Sin duda, en la tradición profunda de la piedad popular se expresa mucho de las grandes riquezas que tiene un pueblo. Por ejemplo, nuestros pueblos tienen una gran valoración de sus símbolos. Cuando uno mira las tradiciones populares, el Cuasimodo, los bailes religiosos, uno se da cuenta que la bandera está siempre presente, los colores patrios.

Eso es lo primero. En segundo lugar, el gran aporte de la piedad popular se articula en torno a la familia, como en el Cuasimodo, los bailes religiosos, incluso el Canto a lo Divino se trasmite de vecino en vecino, de familia en familia. La familia es la forma fundamental no solamente de la presencia, sino también de la transmisión de la fe.

Tercero, toda la experiencia de la solidaridad, eso tan maravilloso que hay, por ejemplo, en las familias de los bailes  religiosos de acoger, la solidaridad interna cuando fallece alguien. La familia, el cariño mutuo, la solidaridad, clamor por la tierra, por la patria y sus símbolos uno los vive muy profundamente en el mundo de la religiosidad popular.

En estas manifestaciones de piedad popular, que son multitudinarias, pero siempre comunitarias. El baile religioso es comunitario, el Cuasimodo se articula comunitariamente, las procesiones también. Son todas cosas que ayudan a articular una Iglesia que es comunión, que es familia. Hay muchas de las grandes líneas pastorales que se viven espontáneamente en la piedad popular.

Otra cosa, que se da principalmente en el Cuasimodo y en los bailes religiosos: Chile es un país en el que generalmente las tonalidades de nuestras ropas son más bien sobrias, grises. Cuasimodo, en cambio es de una gran colorido. El color es la expresión hacia afuera de la alegría, de la vida, de la confianza en que la vida es más fuerte que la muerte. Y cuando uno ve las decoraciones de las bicicletas no tienen nada que ver con este mundo medio pardo, gris que vivimos. Detrás de esos colores está la resurrección, la fuerza, la exuberancia del color, en los que se expresan dimensiones que no están en la tonalidad nuestra. En el Cuasimodo y en los bailes religiosos toda esta expresión alegre, festiva y colorida sale de las personas.

Por eso, el mundo de la piedad popular tiene una capacidad de expresar lo que nosotros mismos normalmente no expresamos.

En una sociedad que se seculariza, que saca a Dios y los símbolos externos de la fe religiosa, ¿cuál es el aporte de la piedad popular?

Yo creo que en la religiosidad popular hay una conciencia muy humana de lo grande de Dios y  también  de lo pequeño del hombre. Cuando comenzaron estos escándalos dolorosos que hemos tenido, este terremoto eclesial y todas las acusaciones que hubo en abril por los sacerdotes de Irlanda, yo estuve en el Cuasimodo de Maipú. Cuando vi a los cuasimodistas llenos de banderas papales gritando: “¡Viva el Papa!”, dije: “Estos no ven CNN”. Pero ellos ven televisión y oyen lo que todo el mundo dice: que el Papa guardó o no guardó información y que el padre equis, etc. Pero la piedad popular es muy auténtica y sabe que nosotros somos también pecadores. Y tiene códigos muy estrictos. Cuando una caporal (la persona que dirige el baile religioso) quedó esperando guagua, se acercó a mí y me dijo que iba a dejar de ser caporal, porque hasta que no tuviera la guagüita y no se casara no podía ser caporal. Ningún rollo, nadie le dijo nada. Hay una naturalidad que tiene que ver con la cercanía de la vida. Descubrir la vida y la muerte, la virtud y el pecado que coexisten y, sin embargo, lo de Dios es muy fuerte. Eso es muy potente en un tiempo secularizado con una muy mala mentalidad de creer que la religión es un moralismo y no, no es un moralismo. La religión es primero una experiencia del encuentro con Dios, que en la medida en que yo me voy uniendo a Él y voy experimentando la gracia, soy capaz de ir viviendo el camino del seguimiento del Señor, que también tiene muchas cruces y muchas caídas, pero Él me levanta. Creo que el mundo de la piedad popular es de una autenticidad de la condición humana en sus luces y sus sombras que es una de las cosas más sanas para enfrentar el fenómeno de la secularización.