Edición NÚMERO 55
Septiembre 2011

Margot Loyola, Premio Nacional de Arte 1994:

“A veces Dios se me pierde”

Su relación con Dios es un ir y venir, dependiendo lo que se va encontrando en su caminar. El sufrimiento de otro le arranca a Dios; los milagros de su vida, se lo traen de vuelta, como el que a los 17 años, desahuciada por los médicos, una manda de su papá a la Virgen del Carmen le sanó, aunque su madre creía que fue la homeopatía. “Yo creo que fue Dios”. Son 93 años de andanzas, desde su Maule querido a cada rincón del Chile tradicional y por varios países del resto del mundo.

Margot Loyola Palacios, baluarte de la cultura chilena, más que voces y danzas al son de un terruño ha encontrado personas y comunidades, sus dolores y sus alegrías, su alma. Pionera en investigación, -y exaltado, porque lo que fue lo rapa nui, lo mapuche, los bailes religiosos, lo atacameño…

Hace 50 años comparte su vida con Osvaldo Cádiz, su marido 20 años menor, a quien conoció como discípulo y que hoy es gracias a quien, señala, está viva. Una vida intensa, de voz fuerte y enfática.

Ha cantado sin cesar, salvo los años siguientes al Golpe de Estado del 73, tiempo en que “no podía cantar porque mi pueblo sufría mucho y yo no tenía nada adentro; estaba seca”. En un festival llamado Una Canción para Jesús reflotó con los versos “Ayer libre y hoy cautiva”  y se vino abajo el Teatro Caupolicán. Luego recorrió capillas cantando y efectuando acciones de solidaridad para los que sufrían, acudiendo a huelgas y salvando gente con su “gran amigo” Santiago Tapia, de la Vicaría de la Solidaridad. Le duele esa época y dice que “es mejor no acordarse”.

El último gran dolor que tuvo fue el terremoto del año pasado, al ver derrumbarse la historia de la zona central, su origen y el hogar de tantos amigos. Sin embargo, en medio del llanto envió un mensaje a las cantoras del campo, el que seguramente refleja una actitud de vida: “Saquen las guitarras y sigan cantando”, les dijo.

Margot Loyola no es sólo historia, es vida; tanta que brota a borbotones en su casa de La Reina, irradiando conocimiento y, ahora que ya no puede viajar tanto, nutriéndose de los que la visitan, sean folcloristas, estudiosos o músicos raperos. Su sed de vida es inagotable.

A nadie diría como bailar una cueca, entrega los pasos y luego insta a que cada cual la baile como le indiquen las venas.

Aunque su relación con Dios es complicada, en su casa siempre tiene un rincón religioso, un altarcito con varias imágenes, donde resalta una Virgen de casi 100 años, la misma de la casa materna y un niño Jesús. “Es desordenado, como en los campos”, donde junto a la Virgen antigua, hay una imagen de San Lorenzo de Tarapacá, el Nazareno de  Caguash y una estampita del padre Pío, entre otros. Se sientan en torno a él, hablan y siempre con vela encendida

-¿De qué manera está presente la religiosidad presente en la cultura chilena?

El pueblo chileno es eminentemente religioso y católico. Está en los cantos al niño Dios, en las novenas, en los bailes del norte, en las fiestas del sur, en el campo, en todos lados. La religión es la que aglutina a una comunidad, refugio en épocas duras y en épocas buenas. -la religiosidad es como la cultura chilena, es la vivencia del campo, cuando se saca eso se saca parte de Chile,  en el fondo se le saca el alma.

-¿En las investigaciones junto a su marido ustedes nunca han separado lo académico, lo artístico con esta tierra, la contingencia, la realidad.-no como un observador externo

El trabajo de nosotros es fuente viva. Nos integramos a la comunidad con mucha facilidad. Fuente viva. Nos integramos a la comunidad con mucha facilidad. Raport llaman los estudiosos a eso, a la primera mirada. Es impresionante.

-Explíqueme un poco más cómo se expresa, ¿por que está tan mezclado el ser chileno con esa religiosidad católica?

Esta mezclado todo. La fiesta y la muerte, todo. Por eso que el trabajo nuestro de la cueca se llama “Cueca, Danza de la vida y la muerte”.  Está mucho en la vida y también en la muerte desde siempre, en las celebraciones, en los ritos. No es que nosotros lo hayamos descubierto ahora, hay una fusión es desde siempre.

-¿Cómo ha sido su relación con Dios en toda su vida?

Ha habido periodos en que Dios se me pierde.

-¿Por qué?, ¿no lo siente?

Se me pierde. Cuando veo tanta miseria, cuando veo tanto dolor, cuando veo tanta gente que no sabe por dónde va, yo digo aquí no está Dios. Cuando veo belleza, cuando veo humildad, resignación, yo digo aquí está Dios. Lo he perdido por momentos y por tiempos, y después he tenido la salvación de Dios, en momentos muy duros en que yo me tomaba la cabeza y decía qué hago Dios. Yo todo lo entrego según lo que yo sufro, lo que yo vivo.

-¿Y en esta etapa de su vida, cómo siente a Dios?

Ayudándome a vivir, a hacer cosas.

-¿Y su relación con la Virgen como es?

No está muy buena parece… porque más bien soy cristiana. Y si usted quiere que yo le diga la verdad, yo creo en Cristo hombre. Cristo hombre. Después de una vida de pensar.

-¿Qué significa eso?

Un hombre que amó la justicia, todas las cosas bellas. Pero yo digo y practico, no hablo no más. Yo practico.

-¿Cree que hay otra vida después de esta vida?

Estoy muy amargada porque no creo.

-¿Tiene dudas o no cree nada?

Tengo dudas.

-¿Usted es optimista o es un poco triste?

Dicen que soy una pandereta, porque yo cuando tengo pena sonrío; cuando tengo angustia, yo sonrío; para atajar la angustia, río.

-¿Entonces es optimista, porque le gana a la pena?

Exactamente, creo que sí y por eso estoy viviendo hasta estos años y trabajando, porque la estoy ganado. Ahí está Dios.

-¿Y por qué tiene dudas que haya otra vida?

Es que no me la imagino y yo parece que soy materialista, muy concreta. Me gusta lo permanente. Pero mi marido es muy creyente y yo le digo háblame, háblame, porque mientras menos cree uno, es más desgraciada. yo necesito creer. Entonces me habla y me tranquilizo. Yo le digo: “Yo no quiero separarme nunca de ti”.

-¿Usted es una persona  que está permanentemente entregando?

Sí.

-¿Le gusta compartir?

Me gusta conocer la gente, me gusta oírla, conocerla. Y que me conozcan.

-¿Quiénes vienen?

De todo. Viene mucho la gente joven. Llegan musicólogos del extranjero. Músicos, todos los que quieren acercarse a la cultura tradicional. Nosotros estuvimos trabajando con raperos. ¡Fantástico! Les enseñamos hartas cosas lindas. Les enseñamos que el rap hay también en la Isla de Pascua: hay mucho rap en la isla. El mismo ritmo.

-¿Qué siente por su tierra?

De vez en cuando tenemos que volver a recorrer los caminos de nuestra patria chica, los espacios sagrados de Maule y de Colchagua. El terremoto que todo todo lo arrasó.

-¿Y la “patria grande”, Chile?

Cuando yo salgo de Chile y atravieso la cordillera parece que me seco, por eso rechacé mucho ganar dinero.

-¿Cuál es su rutina?

Siempre he sido dormilona y quisiera correr como cabra, pero no puedo, quisiera hacer lo que hice cuando tuve 14, 15 años, y no puedo… entonces me desespero. Vivo con angustia porque no puedo hacerlo todo. Y lo que hago es pensar mucho y escribir como puedo. Escribo y la mano lleva…

-Usted que recorrió todo Chile y conoció tantos cantos y bailes, ¿cuál es el género musical que más la identifica?

La tonada pues. Todo cae en la tonada, es como un pozo, la llevo en la sangre, en la raza, qué se yo. Me identifica, fue lo primero que hice, porque yo estaba en la guata y mi mamá cantaba.

-¿Cómo se baila la cueca?

Según como sea cada persona es como tiene que bailar. Nosotros hicimos clases en Buenos Aires y dijeron aquí se nos ha mostrado la forma y los chilenos nos han mostrado el alma… Hay que tratar de llevar el aire, la sangre, sentirla por la mano hasta el pañuelo, es cuestión de adentro.  Yo, por ejemplo, siempre al final tiro el pañuelo. Lo lanzo porque me nace, porque soy muy desafiante con los hombres y siempre fui así. Pero mi marido ya sabe, se prepara y lo recibe. Él sabe.